En plena crisis económica, el descenso del número de fumadores no sólo tiene que ver por supuesto con la salud, sino también con la conciencia del ahorro que supone dejar de fumar, algo que por supuesto queda patente no sólo en la evolución de los precios del tabaco, sino en la propia evolución interna de los impuestos aplicados al mismo, que tienen su última puesta en escena en las subidas aplicadas el pasado mes de junio que vienen a elevar de media 15 céntimos la cajetilla de tabaco.
Hay muchos datos de interés en esta nueva subida del precio del tabaco, sin duda primero de ellos es que estaríamos ante el cuarto proceso de cambio de fiscalidad sobre este producto realizado por el actual gobierno, y otro dato importante es el reforzamiento del sistema de doble impuesto mínimo que ya se estableciera a comienzos del presente año.
La subida en datos
A partir de este nuevo reajuste, y al margen del impuesto sobre el valor añadido, el tabaco sigue grabado por tres impuestos especiales diferenciados; por un lado el impuesto de 19,10 € por cada 1000 cigarrillos, por otro lado el impuesto add valorem del 53,1% sobre el precio final, y, un añadido mínimo de 123,97 € por cada 1000 cigarrillos o de 132,97 € por cada 1000 cigarrillos cuando el precio de venta al público resulte inferior a 188,50 €, lo que viene a suponer un precio medio de cajetilla de 3,77 €.
Para el tabaco de liar, el que en años anteriores mayor crecimiento del consumo en función de su precio obtuvo, el impuesto mínimo queda establecido en 85 € por cada kilo o ,92 € en el caso de que el precio de venta resulte inferior a 138 € por kilogramo, mientras que el impuesto específico se sitúa en ocho euros por kilo, y el ad valorem en 41,5% del precio final.
¿Y esto que supone?
Obviamente en primer lugar supone un encarecimiento del precio del tabaco en dirección al usuario, pero, cuando al inicio del artículo decíamos que la subida posee más miga de la que parece, hacíamos referencia sin duda a un proceso lento pero inexorable, en el cual las grandes tabaqueras defienden las marcas más caras y conocidas frente al fenómeno del tabaco low cost.
Este proceso, en el cual el potencial económico de los grandes grupos tabaqueros permite mucho mayor margen de maniobra sobre las citadas marcas, acaba por acercar los precios del tabaco low cost a las marcas convencionales. Si tenemos en cuenta que el volumen de traspaso de consumidor a las marcas low cost está motivado fundamentalmente por el precio, y, que la diferencia de precio entre marcas cada vez es menor, el proceso de estrangulamiento de las marcas low cost parece lento, pero inexorable.
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