La desconfianza y el miedo hace que, aun hoy en día, muchas personas prefieran guardar su dinero en casa que invertirlo o colocarlo en productos de ahorro. ¿Esto es buena idea?
Con el interés de los productos garantizados por el suelo, y con los productos de inversión con mayores opciones de rentabilidad presentando elevados niveles de riesgo, al ahorrador de perfil conservador le puede rondar la cabeza aquello de guardar el dinero bajo el colchón como opción adecuada para sus finanzas.
Vaya por delante que en este aspecto de las finanzas personales vamos a encontrar un poco de todo, es decir, vamos a encontrar opiniones favorables a guardar el dinero en casa o en cualquier caso fuera de los bancos, opiniones que apuestan por esta opción por motivos a caballo entre la desconfianza bancaria y la realidad de los productos garantizados. También vamos a encontrar quienes entienden que es necesario acumular metálico sin exposición al riesgo, para asumir pagos o gastos. Y por último, más razonable parece, quienes entienden que tener el dinero parado en casa no sólo no es una buena idea, puede ser una idea muy mala.
El concepto del ahorro no implica de manera directa buscar la rentabilidad del dinero apartado de la cuenta de gastos e ingresos. Sin embargo, con el concepto moderno de ahorrar en el que se entiende que el ahorro proporciona un beneficio, podemos decir que retener el dinero en casa no es ahorrar y en el fondo es incluso perder dinero.
Más adelante analizaremos la importancia en este sentido de la subida de los índices de precios al consumo, pero antes vamos a repasar algunas cuestiones por las que ahorrar en casa no es una buena idea para las finanzas personales.
Guardar el dinero en casa y la seguridad
A pesar de las nuevas medidas de seguridad cada vez más asequibles y a la vez potentes para los hogares, lo cierto es que guardar nuestro ahorro en casa no es una decisión segura en absoluto.
Desde luego no hay ninguna garantía, y, cuidado, los seguros de hogar pueden llegar a hacerse cargo en algunos casos de partes de ese dinero, pero en principio con limitaciones y además con sobrecostos en las pólizas. Y obviamente, a mayor cantidad de dinero mayor dificultad asegurarlo.
La diferencia por ejemplo entre un robo en una entidad financiera y un robo en nuestro hogar es evidente, la entidad financiera en todo caso tiene la garantía sobre nuestro dinero y en el caso de lograr esto es muy relativo como hemos visto. Por otro lado a esto hay que sumar cualquier otro tipo de acción que pueda afectar al dinero acumulado en casa, desde problemas de humedad, animales, incendios, desastres naturales… En definitiva tenemos una enorme exposición sobre todo si estamos hablando de grandes cantidades.
Perder ese dinero significaría perder nuestra capacidad de maniobra financiera y lo que es peor no tener ninguna opción de recuperarla.
A todo esto hay que sumar otras cuestiones como posibles procesos de incapacidad o incluso fallecimiento que puedan dejar en el olvido las cantidades de dinero acumuladas, no poniéndolas al alcance de nuestros herederos al menos de manera directa. Obviamente esto se puede arreglar con un testamento donde se cita exprofeso en lugar de guardar el dinero, pero, no deja de ser otro riesgo a tener en cuenta.
La inflación
Probablemente esta sea la clave financiera más a tener en cuenta en este caso. Por inflación entendemos la subida de los precios de los bienes y servicios que se consumen durante un período de tiempo concreto, generalmente esto se calcula año tras año. Lógicamente, el valor de las cosas no es el mismo transcurrido el tiempo, comparemos lo que valía cualquier cosa en el año 2000 y lo que vale ahora.
Independientemente del momento histórico en que estamos viviendo, sobre el papel los niveles de inflación correspondientes a una economía que fluya relativamente bien rondan entre el 1,5% y el 2,5% anual. Cuando se plantea poner a trabajar el ahorro lo que se busca como objetivo mínimo es combatir precisamente este encarecimiento de la vida.
Cuando el dinero se queda bajo el colchón es obvio que no carece en absoluto, y que por tanto, año tras año deberíamos restar la inflación al valor total del dinero ahorrado bajo el colchón. Obviamente esto en un plazo corto puede que no se note mucho, pero si se adopta un sistema la pérdida de valor del dinero puede ser verdaderamente importante.
Es cierto que en una época como la actual, con un rendimiento escaso de los productos garantizados, batir la inflación se antoja una empresa muy difícil para este tipo de productos, en ese contexto es el que a veces puede surgir la desesperanza del ahorrador, pero en cualquier caso, aunque sea derrotista, parece mejor ganar un 0,05% a no ganar absolutamente nada, al menos minimizar la pérdida de alguna manera.
En escenarios de inflación anual negativa, claro está los depósitos o los productos de ahorro ganan contra esa tasa negativa, pero, generalmente si esto ocurre los productos garantizados bajan aún más su rendimiento.
Y puede llegar hacienda
Los movimientos repentinos de grandes cantidades de dinero no localizadas pueden suponer la suspicacia inmediata de hacienda. Por ejemplo, si de repente realizamos una gran compra en metálico con un desembolso elevado, puede ocurrir que se nos exija justificación de la procedencia del dinero. Si no existe un justificante bancario o algún tipo de documento que muestra una procedencia lícita del dinero es posible que se nos aplica una sanción que puede llegar hasta cinco de los por ciento de la cantidad que hemos pagado. Esto es un caso extremo para una elevada cantidad de dinero que lleva mucho tiempo inmóvil, pero es otro riesgo evidente para los que decidan guardar el dinero bajo colchón.
Volviendo a viejas costumbres
Una cosa está clara, poco a poco estamos volviendo a viejas costumbres: cada vez las cantidades de dinero de reserva no colocadas en las entidades financieras son mayores, el usuario percibe una cierta necesidad de seguridad en la cercanía de, al menos, su colchón de reserva.
Mantener la liquidez al alcance de la mano en la propia vivienda lógicamente lo que otorga es una inmediatez no comparable a la que puede otorgarnos el banco, y resulta inmune a los posibles problemas técnicos que, por ejemplo, el uso de tarjetas puede generar y desde luego a problemas como los corralitos.
Sin embargo, en el otro vértice debemos tener en cuenta que guardar el dinero bajo el colchón lo convierte en primer lugar en dinero inmóvil mientras que, además, no se encuentra en absoluto exento de riesgos, riesgos externos como puede ser el robo, pero también riesgos de ser utilizado para compras o gastos no necesarios ya que se encuentra mucho más al alcance de la mano.
El dinero que pierde dinero
Es uno de los argumentos centrales contra guardar el dinero bajo el colchón tiene que ver con la idea básica del ahorro, es decir, nuestro ahorro tiene al menos que producir la cantidad correspondiente al incremento del costo de la vida ya que si no, efectivamente, se trata del dinero inmovilizado que genera una pérdida virtual de metálico, pero muy tangible a la larga de poder adquisitivo.
Esto en contextos de crecimiento como los que se venían dando en los años previos a la crisis tiene una lógica aplastante, sin embargo, en el marco de los últimos tres o cuatro años por ejemplo, en un proceso de desinflación evidente en el que el crecimiento es el que es, la movilización del dinero realmente en muchos casos puede llegar a tener costes equivalentes al menos a lo que se obtiene (no hay más que mirar el rendimiento por ejemplo de los depósitos).
Esto genera un debate aún no resuelto y realmente complejo ya que la pérdida de valor del dinero inmóvil hoy en día no es comparable en absoluto a lo que podía ser hace tan sólo 10 años.
Pero hay más
Hay otras cuestiones importantes que debemos tener en cuenta y que en este caso van en contra del dinero bajo el colchón. Si nosotros extraemos una cantidad determinada de dinero de la entidad financiera y al cabo de poco tiempo reiteramos una cantidad similar, hacienda puede entender perfectamente que se trata de la misma cantidad, ahora bien si nosotros extraemos esa cantidad de dinero y de repente aparece años después, hay muchas posibilidades de que tengamos que dar más explicaciones de las que debiéramos, incluso de que existan problemas.
Por último, y desde luego muy importante, está el tema de la seguridad. Acumular cantidades en metálico en el hogar no es muy buena idea en un momento en el que delitos como los asaltos a viviendas han aumentado de manera notable, además en este caso, salvo seguros muy específicos muy caros, no va a haber cobertura que nos salve de las pérdidas.