En muchas ocasiones nos entramos, por lógica por otra parte, los resultados finales de índices como el IPC sin acabar de prestar excesiva atención a cuestiones que ocurren prácticamente de manera constante en lo que a la evolución de los precios se refiere, y que al final acaban influyendo de manera más que sensible en dichos indicadores; la enorme caída del precio de los cereales es una de estas noticias a las que habitualmente no se presta mucha atención, y, que, hoy vamos a reflejar en este espacio.
Para hacernos una idea de la envergadura del asunto, debemos tener en cuenta que el precio en general en origen ha venido a presentar durante esta campaña un retroceso del 30% en relación a la campaña del pasado año. Existen dos elementos fundamentales que han influido en esta evolución negativa del precio; por un lado el retroceso en la demanda, que tiene que ver en nuestro caso con los recortes de censos ganaderos, pero, en mayor parte, por una sobreabundancia en las cosechas a nivel internacional, algo que no suele resultar común y si el pedido su reflejo prácticamente en todas las zonas cerealistas mundiales.
Sin embargo no se debe percibir esta sobreabundancia, y el consiguiente retroceso en precio, como un punto de beneficio en dirección al consumidor final, de hecho, los niveles de llegada de cereal serán prácticamente los mismos, los precios finales no van a disminuir en relación proporcional a los precios en origen, y en definitiva lo único que se genera es un sobre stock y un perjuicio notable para los productores medianos y pequeños.
Una idea exacta de esta situación la da el hecho de que los llamados trigos blandos cotizarán el pasado año en el entorno de los 240 € por tonelada, ventas que en la actualidad, la misma medida no supera el origen de los 180 €, algo muy similar a lo que ocurre con la cebada, donde el precio por tonelada el pasado año se sitúan los 260 € y en la actualidad apenas rondan origen 260 €.
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