El dato adelantado del IPC de Agosto sitúa la tasa de inflación en el -0,8% y a falta de confirmarse ya han surgido las primeras voces alarmistas acerca de la deflación. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), una economía entra en deflación cuando encadena seis meses de caídas en los precios con tasas negativas, algo que España alcanzará en agosto de confirmarse las previsiones.
España entraría en técnicamente en deflación aunque la subida del IPC según el dato adelantado y la previsión de que la inflación suba en la segunda mitad del año hacen que sea recomendable poner el dato en cuarentena. La desinflación se produce por un desajuste entre la oferta. Es decir, hay una demanda insuficiente o un exceso de oferta. En el caso español está ocurriendo lo primero. La crisis ha llevado a una brutal contracción del consumo y lo que antes era suficiente desde un punto de vista productivo ahora es demasiado.
El problema de la deflación es sus efectos son muy difíciles de corregir y puede sumergir a la economía en una espiral de la que es complicado salir. En principio el deterioro de los precios afecta a los resultados empresariales, lo que generaría desempleo, que a su vez implicaría nuevos recortes en el consumo y por lo tanto más bajadas en los precios para dar salida al excedente productivo. Además, si se preve que los precios sigan cayendo la gente esperará para adquirir bienes duraderos (pasados unos meses serían más baratos), lo que también contribuye a la caída.
Por otra parte, la deflación es un fenómeno relativamente raro y no hay muchos casos de los que tomar ejemplo. La Gran Depresión norteamericana y la economía japonesa de la década de los 90 son los dos principales casos de estudio. En ambos casos las soluciones fueron bajar los tipos de interés (ya están cercanos al 0%) e incrementar el gasto público (el Pan E se encarga de ello), así que sólo queda esperar a que de verdad se cumplan los pronósticos inflacionarios.